El paisaje cambia, se abre ante nuestros ojos, el tiempo perfecto y nosotros subiendo, a poco de salir de
Ghunsa empezamos a sentir la falta de oxígeno y cuando llegamos a una especie de campamento de verano ya
estábamos a más de 4000
mts, no os
imaginais que dolor de cabeza

que se me puso. Mientras yo
dormía Aitor y
Amaia jugaban a fútbol y bromeaban con los
nepalíes. El día siguiente
también fue perfecto salvo por ese
dolorcillo de cabeza
típico de la altitud, esta vez pasamos de los 4500
mts y bajamos a
Tseram.